Para refrescarse, es preferible agua caliente, ¡no helada! Es una táctica árabe; te hace decir "¡oh!".

Cuando consumimos una bebida muy fría, nuestro cuerpo reacciona inmediatamente para equilibrar su temperatura interna. En el proceso, acelera las actividades metabólicas para aumentar la temperatura corporal, lo que puede provocar mayor sudoración e incluso fatiga. En otras palabras, ese frescor momentáneo puede calentarnos más a largo plazo.
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